Réquiem a la Civilización Incaica
Coco Romero y Uki Tolosa
Arreglos La Fuente.
Hace algunos siglos de copiosas tormentas y tormentos, aquí en nuestra tierra de América nació y vivió un pueblo adorador de sol, la vida y las montañas de sustento. Abrazando y dibujando los mensajes de su suelo, dejando huellas que solo llegarían a interpretar generaciones venideras.
Volaba el Colibrí
al ritmo de los pájaros libres
y en el Alto Perú
el Indio acariciaba la tierra.
De Quito al Cuzco el Imperio del sol
brillaba con la luz de la pasión
llegando a ser la mágica expresión de la grandeza.
Vivieron entre sí por siglos de mañanas floridas
sin letras de aridez subiendo por el valle sagrado.
Y vino el Español y dijo:
esta es la civilización
de los hombres que piensan y saben lo que quieren.
El Inca creyó en este pseudo Dios navegante,
con sus palos de fuego
atemorizaba la inocencia
a golpes de astucia y ambición
cargando oro sangre y dolor
levantaron las redes
de un pueblo reverdecido.
Hombre civilizador, oye el gemido
que perdura vivo aún entre las ruinas.
hombre civilizador, transcurre el tiempo
y la historia no ha quitado las espinas.
En Cajamarca fue la cita de poder y colosos,
ningún guerrero allí,
sólo mujeres, niños y ancianos;
y los conquistadores prontos
con arcabuces para descargar
sobre el primer indicio
que desate su violencia.
El cura se acercó
al Inca que inmutable miraba
llamándolo a su fe
imponiendo reconocimiento,
libros sagrados le mostró
que no sabía por qué entender
y así las escrituras volaron por el aire.
La mecha se encendió
se oyó tronar cañones de furia,
caían de a diez
desesperados en su asombro,
el fuego devoraba todo
obras de siglos para levantar
mientras las piedras
absorbían toda la tristeza.
Volaba un águila blanca sobre un cielo enlutado y conquistado, era presencia viva de la ironía cruel que comenzaba a reinar en América del Sur.
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