Historia de La Fuente a través de fotos, articulos y gráfica.

sábado, 20 de noviembre de 2010

1981. Mes de julio esperado, volvemos. “La Fuente” reconociendo nuestra identidad”. Por Mauricio Clansig


Dibujo Resorte Hornos.
“La Fuente” reconociendo nuestra identidad”.
Por Mauricio Clansig. Revista Bronca, número 2. Septiembre, 1981.

En momentos de escribir este artículo, aún resuenan en mi mente -mucho más allá- las hermosas sensaciones provocadas por la música de “La Fuente”. A pesar del cansancio físico resultante de un día tan ajetreado como cualquier otro, no puedo resistirme a la necesidad de transmitir (si es posible) la fiesta popular finalizada hace un par de horas
(26/ 7/ 81) en el Centro Cultural Congreso.
Coco, Uki, Andi, Onfel y Julito cantaron y tocaron como nunca. Y esta no es una simple afirmación subjetiva. Todos los que allí estuvimos fuimos testigos; es más fuimos partícipes de la impresionante fuerza poética, musical y temática de que son capaces los músicos argentinos comprometidos con el estudio y el trabajo- fuentes de la esperanza- que construyen el futuro que merecen nuestros niños.
Pronto tuvimos la certeza de asistir no sólo a un espectáculo musical, sino expresión viviente de la cultura a través de canciones, bagualas, zambas, takiraris, huaynos y baladas que nos hablaban (con todos los lenguajes posibles) del pasado, el presente, el futuro, el amor, la vida y la muerte. Todas cosas sin importancia…
Entonces, resonaron los acordes de “Los hermanos” de Don Atahualpa Yupanqui y todas nuestras voces expresándose a través de la vibrante voz de Coco: “Yo tengo tantos hermanos/ que no los puedo contar/ y una hermana muy hermosa/ que se llama libertad”.
La emoción fue creciendo más y más con “Que viva nuestra esperanza”, “Plantita de alelí” y “Donde fueron los murgueros”; para terminar la primera parte con un lamento: “Mundos paralelos” (léase “La argentina secreta” Monseñor Zazpe). Y eso fue demasiado. La energía de esas voces, que se entrelazan con la más perfecta armonía –dibujando imágenes de la desolación de nuestro pueblo- nos retorcieron el corazón y un brillo acongojado asomó en las miradas…
Luego de un pequeño intervalo (para tomar unos vinos), la intimidad creció y la voz suave de Andi nos paseó por los pueblitos del interior y pudimos ver como “sentado fuera de sus casas/ los hombres toman mate/ y presienten no estar solos”; para vibrar luego de admiración el antiguo pueblo quechua, con una canción litúrgica de la Rioja (Virgen Copacabana).
Un bello poema nos acercó la experiencia vivida por Andi con una visita a El Bolsón y, finalmente… “La Fuente” –con todo su caudal_ inundó el ambiente:
“Oh amigos quiero estar con ustedes/ en el borde de este carrusel/ con todos los que crean/ que tirando saldremos de él…” brotó la copla con la misma fuerza de aquel lejano 1978, cuando tuve la oportunidad de conocerlos en Obras y seguirlos (cuando el mango alcanzaba) a todo lugar en que se presentaban. Porque conmueven al más duro con su “Réquiem a la civilización incaica”; alegran al más golpeado con La canción del operario” y alertan a todos ciegos: “Vamos, vamos no hay tiempo/ de descansa aquí…” porque “La verdad siempre vive escondida/ como la liebre en matorral…” Y quién la busca separando la sarta de mentiras que la ocultan, ya la posee; su vida es útil a la comunidad; su alma es como una fuente a través de la cuál fluye la historia.

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